Publicado en www.archimadrid.org
Este miércoles, 1 de mayo, festividad litúrgica de san José Obrero, la Iglesia conmemora el Día Internacional de los Trabajadores con el lema ‘Cuidamos el trabajo para cuidar a las personas’.
Julián García, representante de Encuentro y Solidaridad en la Plataforma Iglesia de Madrid por el Trabajo Decente (ITD), asegura que «el 1 de mayo sigue siendo, para nosotros, una fecha histórica de la solidaridad. Una jornada de recuerdo de una lucha y de unas conquistas que comenzaron con el martirio de unos obreros en Chicago por la jornada de 8 horas frente a la explotación laboral de entonces. No cabe duda que las conquistas de justicia obtenidas han acabado expresándose como alegría y fiesta, pero no es menos cierto que la realidad global del trabajo en el mundo es quizás peor hoy que entonces».
Para Julián García, «un mundo donde más del 60% de la población trabaja sin contrato, donde hay más esclavos que cuando la esclavitud era legal, incluyendo a 400 millones de niños esclavos, o donde se están produciendo tremendos desplazamientos de migrantes forzados por buscar una opción de supervivencia pese a vivir explotados en los países de llegada, habla de que los hombres y mujeres del mundo del trabajo no podemos permanecer ociosos frente a estas injusticias en el mundo económico y laboral». Por eso, añade, «el 1 de mayo es un hito en el que cada año podemos generar conciencia de que, en el mundo, el trabajo, para la mayoría, es fuente de explotación, de injusticia y de indignidad. Sigue siendo una fecha para la conciencia de fraternidad».
Trabajo digno
«Que el trabajo es para las personas y no las personas para el trabajo – afirma – es algo que no puede negar nadie. Por tanto, sí, un trabajo que no cuida es un trabajo indigno. Salario justo y condiciones dignas son características del trabajo digno que se van desdibujando, y no perder de vista esto es fundamental». Así, prosigue, desde Encuentro y Solidaridad «dedicamos mucho esfuerzo a hacer una fuerte denuncia de las causas del paro y la precariedad. De las consecuencias vemos los hechos todos los días en nuestras calles, en los diarios, en los medios de comunicación… De las causas de una economía, de un mundo laboral que mata se habla poco, y es algo que como laicos cristianos debemos plantearnos. Ningún problema se soluciona sin atajar sus causas, ni siquiera una enfermedad».
Insiste en que «no puede ser que en los mismos barrios convivan realidades como la falta de empleo o la sobrexplotación en jornadas eternas que no se pagan. El paro y el exceso de jornada son dos formas de explotación laboral que no colaboran al cuidado de las personas». A su juicio, «estas dos realidades manifiestan la urgencia de que es necesario trabajar menos, pero trabajar todos. Que existan adultos en paro y el trabajo lo hagan los niños esclavos no puede ser más sangrante. Es necesario cuidarnos todos, pero empezando por cuidar a los más débiles en el mundo laboral, los hermanos migrantes, los niños esclavos...».
Trabajar menos para cuidar más
En alusión al lema elegido para esta jornada, explica que «estamos en una sociedad que demanda cuidarnos, que necesita que nos cuidemos unos a otros. ¿Por qué no trabajar todos menos para poder cuidar más? Hombres y mujeres tenemos que poder trabajar, ganar nuestro sustento, mantener a nuestras familias, hacer nuestra aportación adulta recreando la sociedad con nuestra profesión y vocación, y también hombres y mujeres tenemos que poder cuidar a nuestros hijos y a nuestros ancianos, poder cuidar nuestra sociedad implicándonos en tareas sociales necesarias, cuidar de nuestra Casa Común, de nuestro planeta… Pero con las jornadas de trabajo actuales lo que se provoca es, entre otras cosas, que las familias no puedan cuidar y que tengan que contratar a personas para que cuiden de sus padres o sus hijos a precios bajos, porque tampoco tienen un salario que les permita otra cosa… y la cadena de abuso laboral va descendiendo por la escala social como una “estafa piramidal”».
«El perfil de la persona que busca trabajo -continúa- es el mismo de siempre. Estamos llamados a una vocación profesional, a ejercer nuestra aportación a nuestra sociedad con nuestro trabajo, y a sostener nuestras necesidades y las de nuestras familias con el salario. El trabajo es consustancial a la persona. El trabajo es algo transversal a toda la realidad personal, social e institucional. Como hijos de Guillermo Rovirosa, apóstol del mundo laboral en proceso de beatificación, y de Julián Gómez del Castillo, en Encuentro y Solidaridad aprendimos que “Trabajo es solidaridad”. El trabajo es necesariamente solidaridad porque es esencialmente colaboración de hombres y mujeres a lo largo de la Historia en métodos, herramientas, técnicas, frutos… ¿No afecta la precariedad a los jóvenes que no pueden formar familias, tener hijos, acceder a vivienda en propiedad? ¿No está la familia afectada por el desempleo de sus miembros o por las jornadas eternas sin apenas ver a los hijos? ¿No son los migrantes los que sufren las canalladas más grandes en los trabajos aprovechando la debilidad de su situación?», se cuestiona.
Cambios que practiquen la justicia
«Incluso en la vida eclesial -apunta- no es posible verlo de otra manera. En estos tiempos de sinodalidad no es posible concebir una pastoral del trabajo sin tener en cuenta la pastoral juvenil y viceversa, o la pastoral familiar, o la pastoral de migraciones, o la de la salud… ¿Cómo vamos a hacer nuestra aportación evangelizadora si andamos en departamentos estancos que compiten o colaboran difícilmente? En Encuentro y Solidaridad damos mucha importancia a la formación, no por erudición, si no por que creemos que es necesaria para la transformación de la sociedad. Necesitamos poder hacer cambios institucionales, económicos, políticos que practiquen la justicia en todos los ámbitos de la vida. Cambiar las leyes que oprimen a los migrantes, impedir leyes que promuevan que la explotación de las mujeres en la prostitución sea considerada trabajo, que la producción de lo necesario para vivir sea a costa de esquilmar los recursos naturales de países empobrecidos».
«En Encuentro y Solidaridad – dice – estamos dedicando mucho tiempo a reflexionar cómo nuestras profesiones son posibles motores de cambio social. A ver cómo la salud mental sufre, especialmente la de los jóvenes, entre otras cosas por las situaciones laborales que padecen. Dedicamos tiempo a la Doctrina Social de la Iglesia donde, muchos se sorprenderían, de la contundencia de los papas al proclamar la denuncia de todo aquello que, en el mundo del trabajo, o el desempleo, roba la dignidad a las personas, las familias y los pueblos. Y trabajamos en la puesta en marcha de pequeñas experiencias que, junto con otros colectivos y personas, construyan puentes y generen realidades que den alguna luz en economía, en lo social, en la salud, en la enseñanza, en la política…».
Luchar por un trabajo decente
«Estamos en un momento fundante», advierte. «De la misma manera que en 1886 un pequeño grupo de mártires obreros abrió el camino a la jornada de 8 horas de trabajo, 8 horas de descanso y 8 de formación (de cuidado personal, de la familia, de su ciudad…) hoy es necesario un cambio radical que permita que todo el mundo podamos trabajar y sostener nuestras familias, que todos podamos vivir en nuestra tierra sin vernos forzados a tener que migrar y menos en condiciones de explotación, que todos podamos dedicar tiempo a cuidar nuestras propias personas, las de nuestros familiares, las de nuestros vecinos y sociedad, a la Casa Común».
Julián García remarca que «hay que cambiar esta economía que mata, que denuncia el papa Francisco, por una economía que sostenga la vida. Luchar por un trabajo decente es un punto de entrada a una realidad que siempre es poliédrica. Entramos por el mundo del trabajo y de su dignidad, pero nos encontramos con los problemas de la ecología en el planeta, con los temas de las migraciones, de la eutanasia, de la maternidad subrogada… y todos están relacionados y dependiendo unos de otros. Un documento muy interesante para empezar a plantearse la dignidad humana allí donde sea violada es Dignitas infinita, de reciente publicación por el Vaticano. Una lectura muy recomendable para estos días de mayo en los que tendremos algo más de tiempo para leer», concluye.